Wiki Mitos y Leyendas
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Quotation1 Padre de la palabra, tuyo es el mundo del más allá. Sólo tus ojos reflejan la verdad. Quotation2
Onkolxón
Onkolxon
Raza Chamán
Frecuencia Ultra Real
Habilidad
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Código Arte
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Texto épico
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Numeración
Anterior Siguiente
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Onkolxón es una carta Ultra Real lanzada en la edición Orígenes.

Leyenda

Onkolxon era un poderoso hechicero. La gente hablaba de él en toda la comarca. Vivía en la región que está junto al Río Grande. Pero en el sur, por celos, otro hechicero se había burlado de él. El sureño decía a su gente: “Onkolxon no es un hechicero tan importante como se dice siempre. No tiene ningún poder, y en realidad no es capaz de nada. ¡Sólo engaña a la gente!”. Estas palabras llegaron a oídos del viejo Onkolxon. Por ello, dijo a su gente: “¡Tengo un adversario allá en el sur! He oído decir que aquel enemigo habla muy despectivamente de mí. Muy bien, me vengaré. ¡Le demostraré a ése mi capacidad!” Reflexionaba ahora todo el tiempo, y soñaba mucho. Un día llamó a la gente de su vecindad, para que acudieran hacia donde él se encontraba, y les dijo: “Haré un viaje al sur. ¡No puedo tolerar que queden sin respuesta las cosas despectivas que ese âoen difunde de mí!” Los demás compartieron totalmente su opinión. También ellos se sentían ofendidos porque su âoen había sido valorado tan pobremente. Se mostraron conformes en levantar el campamento, pues querían acompañar a su hechicero. Todos se percataron de cuán ofendido estaba y hacían gustosamente el largo viaje. Ellos también estaban muy interesados en reparar el honor de su âoen. Muchos días duró el viaje al sur. En su marcha pasaron junto a algunas lagunas, donde vivían aún unas pocas ballenas. A todas ellas Onkolxon las mató con el poder de su vista. Quería demostrar a la gente de allí concretamente todo su poder. También pasaron junto a esa laguna donde aún hoy vive una poderosa ballena. Pero ésta poseía un poder mayor aún que el propio Onkolxon, que no se animó a lastimar al animal, y todos dieron gran rodeo alrededor de esa laguna. Porque él temía que esa ballena pudiera partir la tierra y formar un gran río; de ese modo podría nadar hasta el mar abierto y escapar. Por eso dejó la ballena en aquella laguna, en la que está aún hoy. La gente siguió lentamente su viaje. Durante la marcha para el enfrentamiento con aquel otro hechicero el cual se preparaba muy bien. El viejo Onkolxon había matado muchos animales en el camino, con una intención determinada. Así llegaron hasta el Río Irigoyen. El adversario también estaba, simultáneamente, en camino, y también a él lo acompañaba su gente. Éstos habían llegado hasta el río Lainez. Por lo tanto, ambos grupos ya estaban muy cerca. El hechicero del sur envió entonces al encuentro de Onkolxon su waiyuwen, que debía descubrir la mejor manera de perjudicar a su adversario. El hechicero estaba convencido realmente de poder vencer a Onkolxon; pues no tenía un gran concepto del poder de éste. Pero el astuto Onkolxon se había percatado de todo ello, pues, como buen hechicero, estaba alerta en todo momento. El avance de su adversario le causó una ira inconmensurable, no podía dominar su furia. Ambos estaban separados por una distancia de dos días de marcha, y eso le dolía mucho. Los grupos que acompañaban a uno y otro hechicero, armaron campamento aquí y allí, y esperaron los acontecimientos. Cuando el Wáyuwen del âoen del sur se había acercado lo suficiente, nkoelâÿn lo atrapó con toda su ira y lo mató. Era suficientemente poderoso y había utilizado toda su fuerza. En pocos instantes, el Wáyuwen de su adversario estaba muerto. Un Wáyuwen es como el káspi del hechicero. Si es muerto, el hechicero también debe morir proto el kaspi. Para él no hay salvación posible. Ambos hechiceros se acercaban cada vez más. El del sur todavía no sentía los efectos causados por el estrangulamiento de su Wáyuwen. Continuamente arrojaba flechas contra el Wáyuwen del viejo Onkolxon. Pero ninguna de estas flechas surtía efecto. Ni siquiera tenían la fuerza suficiente para alcanzar a aquel poderoso adversario, y mucho menos aún para causarle daño. La gente restante había quedado en el campamento. Al cabo de algún tiempo, Onkolxon regresó hasta donde estaban. La gente lo observó con mucha atención. Entonces vieron que su comportamiento era completamente tranquilo. Como se mostraba tan indiferente, su gente decía: “¡Nuestro âoen ha vencido a su adversario!” El otro hechicero también había regresado a su campamento. Cuando su gente lo vio, se asustó mucho. Presentían lo peor. Él mismo no decía palabra alguna. Completamente azorado entró en su choza. Agotado, se sentó junto al fuego. Casi se desplomó junto al fuego, pues le fallaban las fuerzas. Con voz débil indicó a su mujer: “Prepárame rápido el lecho. Lo siento dentro de mí, ¡aquel hechicero me ha causado un grave daño!” Y realmente era así: se sentía cada vez más debilitado. Ya se habían acercado algunas personas a la choza, llenas temor. Cuando vieron a su hechicero al borde de la muerte, comenzaron a aullar fuertemente. A consecuencia de ello, toda la gente del campamento se reunió en la choza del âoen. Algo similar sucedía en el otro campamento. El viejo Onkolxon también se había acostado. Hacía como si estuviera completamente agotado y gravemente enfermo. Pero todo eso sólo lo fingía para engañar a su gente. Quería hacerles creer que aquel hechicero del otro grupo le había causado un daño grave. Al cabo de poco tiempo falleció el hechicero del sur. Onkolxon tuvo una visión de cuando su adversario moría. Inmediatamente se levantó de su lecho; se mostraba completamente vivaz y bien de salud. Su gente se alegró mucho por ello. Sólo ahora se percató realmente de que Onkolxon había vencido en la competencia. Entonces sintieron gran orgullo por su hechicero. Sin esperar siquiera la noticia del otro grupo, esta gente del norte regresó a su patria. Pero la otra gente del sur lloró mucho: ahora tenían la evidencia de que su hechicero no tenía ni remotamente el poder de Onkolxon, y dijeron: “El poderoso Onkolxon se ha vengado. Ha matado a nuestro propio xoon, pues quedó tremendamente enfadado por sus insultos y desprecios”.

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